Durante un tiempo ocupó tanto espacio en mi mente esto que os voy a contar que no sé ahora ni por dónde empezar. He necesitado 6 años para digerirlo, aceptarlo y transformarlo en algo bonito
Siento dolor físico en el pecho en este momento y lloro, lloro mucho. Pero sé que mi llanto ya habla desde otro lugar. Siento que esto es el punto y final a una etapa muy dura y os juro que hacerlo con vosotras cobra el máximo sentido
Empecemos por el inicio… estudié trabajo social sin saber porqué. Siempre había pensado estudiar psicología, pero en el último momento, no sé porqué decidí cambiar. Durante toda la carrera trabajé a jornada completa como recepcionista de una residencia de personas mayores y me cautivó tanto aquel mundo que decidí que mi carrera profesional cuando saliera de la universidad sería en ese ámbito
Las personas mayores me enamoraron: sus experiencias, su sabiduría, su fragilidad… yo siempre he sido de retos y yo quería acabar trabajando en un centro de urgencias sociales para personas mayores ¡lo tenía clarísimo! Y lo conseguí.
Durante 5 años trabajé allí, con situaciones durísimas de las que aprendí os diría que el 90% de lo que sé a día de hoy. Aprendí muchísimo de cada una de las personas a las que atendí: de aquella Sra. Que ingresaba porque su marido la maltrataba; de aquel Sr. Que bebía para olvidar todos los errores que había cometido, de aquel que venía de vivir en la calle… y de cada uno de ellos que se abría en canal conmigo contándome todo lo que le había hecho llegar hasta allí. Allí fui absolutamente feliz, me sentía en casa, rodeada de personas que me valoraban y me querían, de compañeros maravillosos que muchos de ellos son hoy amigos
Pero después de 5 años necesitaba ver más maneras de trabajar, quería aprender de otros equipos y me propusieron otro reto: abrir un centro residencial nuevo y junto con una persona a la que yo apreciaba mucho y tenía mucha confianza. Y aquí empieza la historia… justo en ese momento sin saberlo, empezaría para mí una etapa durísima y que me cambiaría para siempre
Allí todo fue caos, de principio a fin. El centro se abría con muchas deficiencias, falta de personal, falta de material, con prisas… Y cuando se trabaja con personas se aprende a que las prisas nunca son buenas compañeras. Las personas necesitamos tiempo, para conocernos, para adaptarnos… y allí nada de esto fue posible
¿Y sabéis esa frase de que lo que mal empieza, mal acaba? Pues os juro que es cierta, cierta. Aquello no hacía más que empeorar cada día. Yo y gran parte del equipo luchábamos contra una empresa enorme y con mucha fuerza que lo único que pretendía era lucrarse de aquellas familias que no podían cuidar a sus mayores en casa y que confiaban su bien más preciado a nosotros
Peleé tanto en aquel centro… nos faltaba material, nos faltaban profesionales y allí reinaba el descontrol todos los días. Mi cabeza luchaba constantemente con la idea de dejar aquel trabajo e irme, tenía muchos contactos y encontrar trabajo me sería sencillísimo pero era incapaz de dejar allí a los que eran “mis protegidos”, cada uno de aquellos señores y señoras a los que yo había acompañado desde su ingreso y que sus familias habían depositado en mí la confianza de cuidar de sus madres y padres
Entre reuniones constantes, actas y correos avisando del descontrol que allí se vivía fui a trabajar un domingo. Aquel día me tocaba guardia y nada más llegar las auxiliares del centro me esperaban con unas imágenes guardadas en un teléfono móvil. Lloré, lloré y lloré sin parar viendo aquello. Lo que vi no es necesario que os lo describa pero recuerdo aquel momento como si lo hubiera vivido ayer. Llorando corrí a mi despacho, llamé a un contacto que tenía, me guardé muchísima documentación y supe que aquellos iban a ser los últimos momentos que pasaría en aquel centro
DENUNCIÉ
Era tan consciente de lo que estaba haciendo y tan consciente de que aquello era mi final… pero tan consciente…
Justo estaba conociendo a Sergi en aquel momento, plegué a mi hora y le dije que me acompañase a una comisaría donde me habían citado. Y allí conté todo, absolutamente todo. No podía parar de llorar
El lunes, tal y como me tocaba, fui a trabajar. Yo aun no sé cómo pude hacerlo pero entré al despacho de la directora y le dije: va a venir la policía porque se ha puesto una denuncia, y la he puesto yo.
Si yo creía que había llorado, no tenía ni idea todo lo que me quedaba por llorar. Aquello fue horrible: reuniones y más reuniones ese día. Con una persona, luego con tres, luego con cuatro… con un único objetivo: retira la denuncia.
A partir de ahí sentí todos los sentimientos que se pueden sentir: rabia, pena, enfado… me aconsejaron coger la baja para evitar más presiones por parte de la empresa y guardar máximo silencio con mis compañeras a las que apreciaba muchísimo y sabía que sufrían por cómo yo estaba. Recibí cartas, llamadas, burofax… todas con el mismo objetivo: retira de denuncia. Pero jamás de los jamases me planteé hacerlo.
Me vi obligada a firmar la baja voluntaria de mi puesto de trabajo (fue mi madre a entregarla porque me recomendaron que yo no fuera). Jamás pude despedirme de mis usuarios, ni de sus familias, ni de mis compañeros… ni recoger mis cosas de mi despacho. Ojalá nunca os hayan forzado a abandonar un lugar sin despediros porque es el peor de los finales
Me había quedado sin trabajo. Sin paro. Sin compañeros. Independizada, con gastos que afrontar y con una crisis de valores brutal. Si yo como trabajadora social mi deber era velar porque mis usuarios estuvieran bien… ¿porqué era yo a la que habían castigado de aquella manera?
Me desencanté de mi profesión, de las personas que gobernaban, de quienes gestionaban este tipo de centros y de todo aquel que me apuntaba con el dedo por haber puesto nombre a algo que todos sabían que estaba pasando
Pasé los meses más difíciles de mi vida profesional y también personal. No quería volver a trabajar de lo que había sido mi profesión y vocación. Porque yo adoraba mi trabajo, quien ha trabajado conmigo alguna vez, lo sabe. Necesité muchas horas de terapia para llorar y aceptar lo que había pasado. Y me vi obligada a volver a trabajar, pero nunca fue igual. Yo no era yo (y mientras escribo esta frase lloro sin fin). Me arrebataron mi vocación
Durante año y medio continué trabajando en varios sitios, pero sentía que aquel ya no era mi lugar. A la vez, acompañaba muchísimo a pintar a Sergi y me impregnaba de todo ese mundo de creatividad que lo rodeaba a él… y no sé de qué manera ni cuando empecé a coser. Me iba a casa de la madre de Sergi a que me enseñase, horas y horas… jamás había cosido, ni visto un patrón, ni gestionado una red social… cuando me preguntan cómo surgió este proyecto no puedo responder porque no lo sé. Sé que nació de la Mireia más frágil y más dañada pero que fue capaz de transformar todo aquello en una nueva experiencia
Durante meses me preguntaba… ¿volverías a denunciar? Y consiguieron que a épocas dudase. Pero ahora, habiendo pasado el tiempo os digo que volvería a actuar igual 1000 veces. A raíz de aquella denuncia las cosas cambiaron. Yo no pude verlo pero me llegaban noticias por mil canales. Que nadie os diga que denunciar no vale de nada, porque no es verdad. Quizá el resultado es más lento de lo que nos gustaría, quizá el sufrimiento del que da el paso es demasiado grande y quizá el miedo en un primer momento te paraliza pero el que da el golpe en la mesa siente después que puede con todo
¿porqué Diente de León como nombre? Porque dicen que cuando los soplas, de cada uno de sus pistilos nace un nuevo diente de león y así me sentí yo en aquel momento, renaciendo después de estar destruida
Detrás de cada proyecto, de las redes sociales y de una foto cuidada hay una historia, muchas veces más duras de lo que imaginamos. Vosotras me habéis contado tantas historias vuestras que yo también sentía que os debía mi historia. Diente de León me ha sanado, a través de diente de león la vida me ha devuelto taaaanto cariño que os aseguro que todo lo que lloré en aquel momento hasta siento que valió para algo. Si para llegar aquí tuve que pasar por eso, os aseguro que ha valido la pena
MILLONES DE GRACIAS POR ACOMPAÑARME EN ESTOS 4 AÑOS. POR SANARME CON VUESTRAS HISTORIAS Y POR HACER QUE ESTE PROYECTO HAYA SIDO EL MEJOR DE LOS REGALOS
9 commentaires
No se como he llegado hasta aquí! Quizás necesitaba leer esto… gracias! Trabajo en el sector social desde hace trece años, en el sector de la salud mental en un hogar, y no sabes como te entiendo, tmb siento q mi vocación fue destruida hace muchos años, cada una de tus palabras… gracias!
Que pena no hubiera mas personas como tu,se nota tu sensibilidad en cada historia.
Ojalá la vida te devuelva todo lo que luchaste por esas personas mayores a las que tanto les debemos.Os deseo lo mejor a Sergi(artistazo) y a ti que eres un artista también y tuviste una buena maestra Mari😘😘
Gracias por este regalo Mireia… Ojalá hubiese en el mundo más personas como tú. Si, las hay, pero a veces no las suficientes… Yo soy de la opinión, de que somos aprendizajes puros, y en nuestra esencia, va cada pasito que vivimos en la vida. Mi profesión está justo en el otro lado de la vida… Soy maestra y trabajo en primer ciclo de infantil…ese tan olvidado, y tan importante en cada persona…su base…sus raíces… Viví algo parecido, en una empresa en la que llevaba muchos años… Hasta que ya no pude más… Y desde ese momento, me prometí, que jamás permitiría que me tratasen como allí me trataron…
Sólo decirte, que tienes magia, y no hacía falta este bonito y duro post, para saber, que detrás de diente de león, hay un corazón inmenso. Mucho ánimo para superar aquello..no quiero imaginar lo duro que fue, y que quizá en muchos momentos siga siendo. Aprendizaje, pero valiente! GRACIAS
Que bonito Mireia!
Mi abuela estuvo en una residencia, me costó mucho aceptar la decisión de mi familia, pero yo era la nieta y poco podía hacer. Me enfadé con mi familia y lloré mucho, estaba muy unida a ella y no me gustaba la idea de que estuviera allí. Me costó entender que mi abuela que tenía Alzheimer, cada vez era más difícil cuidarla en casa. Durante el tiempo que estuvo iba todas las tardes para sacarla y llevarla a pasear, los fines de semana iba a darle la cena y estar con ella y siempre que podía me escapaba con ella. Allí me encontré de todo, trabajadoras que la miraban y hablaban mal y otras que se la comían a besos y cuando estaban ellas yo estaba tranquila. Mi abuela murió el diciembre del 2020 por covid en el hospital, después de tenerla en la residencia, confinada en su habitación más de 20 días y atada a un sillón donde la veíamos desde la ventana como se movía por la habitación dando saltitos atada a él. Lamentable. El día que llamamos para avisar que había fallecido, lo único que nos dijeron fue que no tardásemos en ir a buscar sus cosas que ya tenían en cajas al haber dado positivo. 😔
Ojalá hubieran más personas como tu. Gracias por contar tu historia.
Querida Mireia, me has hecho recordar un episodio de mi vida muy parecido al tuyo…solo que yo no tuve el valor de denunciar. Años después, la vida te devuelve todo con creces, pero no lo rápido o de la manera que una quiere. Has sido muy valiente y te mereces todo lo bueno que tienes y te está por llegar. Muchas gracias por compartir tu experiencia más dolorosa. Un beso grande!